El sector del automóvil es uno de los que experimenta cada año
un mayor crecimiento. Unos buenos ejemplos de ello son el volumen
de ventas alcanzado en el 2004, con casi 1,5 millones de turismos, y el
incremento en la matriculación media de vehículos en enero de 2005
[Anfac, 2005] que superó el 11%.
Este creciente aumento en el número de vehículos que circulan
unido a las mayores demandas de fiabilidad, disponibilidad, mantenibilidad,
y seguridad por una parte, y menor siniestralidad y contaminación ambiental por
otra,
son las razones fundamentales que preocupan a
todos los
agentes implicados en el
sector del
automóvil.
El
buen estado del vehículo sigue siendo objeto de debate en los diferentes
foros nacionales e
internacionales,
de ahí el interés por seguir
trabajando en la diagnosis integral desde la fase de diseño hasta que
queda fuera de circulación.
Hasta los años 70 la diagnosis y mantenimiento de los vehículos
eran comúnmente realizados por su propietario o en pequeños talleres
mecánicos donde la
estrategia
común
consistía en
comprobar
lo
que funcionaba
correctamente
para
detectar
fallos.
En la Figura 1.1 se
muestra un ejemplo ilustrativo de la diagnosis y mantenimiento que
se realizaban entre los años 40 a 70. Sin embargo, la preocupación por
disminuir la contaminación y aumentar el rendimiento de los motores,
entre otros, ha desembocado en sofisticados y complejos sistemas de
control de los mismos, lo que lleva asociada la necesidad de contar
con equipos y profesionales especializados en el mantenimiento y la
reparación.

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